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El ’emprendimiento’ de los Bon Bon Bum que domina en el metro de Madrid: «Tres piruletas, un euro»

today14 de octubre de 2024 125

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El ’emprendimiento’ de los Bon Bon Bum que domina en el metro de Madrid: «Tres piruletas, un euro»

Los comerciantes son 50 ciudadanos de Perú que se coordinan por Whatsapp para no interferir en los trayectos. Trabajan hasta 15 horas al día y cada paquete de 24 unidades les cuesta menos de 3 euros en tiendas de productos latinos. Los vendedores informales descienden más al Metro de Madrid. Los vendedores ambulantes limeños, Raúl y Carlos, se encuentran en el andén de la estación del metro de Sol (línea 2).

Emprendimiento

El Metro de Madrid está lejos de ser solo un medio de transporte. Durante el trayecto hacia el destino —sin idealizar lo tedioso de la espera—, uno puede relajarse con los relatos breves pegados en la esquina, distraerse con las rimas semiimprovisadas del rapero de turno, o considerar la oferta del eterno vendedor ambulante. Algunos itinerantes de la ruta aprovechan la temporada y ofrecen abanicos o botellas de agua fría. Pero hay un producto que ya lleva más de un año sin encontrar competencia: los chupachups Bon Bon Bum de la empresa colombiana, Colombina.

«Todos los ‘chupacheros’ somos peruanos», comenta Raúl, vendedor ambulante limeño, contactado por este periódico. Junto a su compatriota Carlos, proporcionan detalles sobre esta ardua actividad. Se trata de 50 personas que se organizan por WhatsApp para repartirse las líneas y evitar coincidir en el mismo andén.

Aseguran trabajar hasta 15 horas al día, sin salir de las estaciones para no gastar en viajes adicionales. Sin embargo, no se trata de una explotación por parte de estructuras abusivas, como parece suceder con los manteros de camisetas deportivas. Es la simple adversidad la que impone horarios tan extensos. «La gente piensa que es fácil, pero a veces te ignoran o te echan del tren», comenta Carlos.

Después de enfrentar los señalamientos, deben mantener silencio en cada cambio de andén, por si se encuentran con la seguridad. Su actividad, en términos legales, no está autorizada, pero tampoco es causa de sanción. «En caso de que el Metro detecte venta ambulante, solo se les desalojará de las instalaciones», afirman las autoridades del transporte público.

Para que se produzca una detención, tendrían que negarse rotundamente a abandonar la estación. Fuentes policiales afirman que esta venta solo conlleva un proceso administrativo, ya que no se considera una acción que atente contra la propiedad intelectual. Sin embargo, desconfían de las fuerzas del orden. «¿Tú no serás ‘secreta’, ¿verdad?», bromea el comerciante consultado, con una cierta sospecha bien disfrazada de chiste. En muchas ocasiones, les quitan el producto por no contar con permisos para la venta ambulante de alimentos. Raúl, al desconocer la necesidad de tener esta licencia, aunque seguro de la procedencia legítima de su mercancía, cuestiona: «No entiendo por qué nos quitan los chupachups si provienen de una tienda completamente legal».

Se trata de un establecimiento de productos latinoamericanos ubicado en las cercanías de la parada de Oporto. El lugar, efectivamente, cuenta con registro sanitario, y las bolsas de Bon Bon Bum están colocadas al frente del mostrador, con fechas de caducidad hasta 2026. Solo se hace una distinción: 20 céntimos menos para quienes compran para revender en el tren.

La bolsa de 24 chupetines cuesta 2,70 euros para los ‘chupacheros’, quienes obtienen un promedio de cinco o seis euros por cada una. Aunque la primera oferta siempre es de un euro por tres chupachups, esta no siempre tiene éxito. En realidad, casi cualquier descuento terminará siendo aceptado.

«Por eso tenemos la meta de vender 10 bolsas al día; solo así vale la pena», detalla Raúl, enfatizando la dificultad del objetivo planteado. También comparte su llegada al negocio: «Yo entré gracias a un amigo que me dijo que empezara con chupachups hasta que salgan los papeles». Está a la espera de alcanzar los dos años mínimos necesarios para solicitar la regularización por arraigo.

Aun así, ambos vendedores recuerdan momentos alentadores. «Tanto latinos como españoles, muchas veces ayudan, dan ánimos y levantan la moral». Para muchos de ellos, entregar un euro sin pedir el producto a cambio puede interpretarse como un acto noble, pero también hay quienes insisten en proporcionar el chupetín, como símbolo de orgullo y dignificación.

Además del Metro, también están en Cercanías. El éxito del producto es evidente, aunque las ganancias no sean significativas. Los vendedores consultados afirman que antes ofrecían llaveros, pero eso no funcionaba. Un vendedor sostiene en su mano dos Bon Bon Bum.

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La historia detrás del Bon Bon Bum colombiano.

Colombina fue fundada en 1927 por Hernando Caicedo, padre del creador del Bon Bon Bum, Jaime Caicedo. En su primer año de lanzamiento, las ventas de la empresa se triplicaron. El mercado latinoamericano no contaba con ningún chupachups que tuviera un chicle en su interior para disfrutar después de comer el caramelo principal.

Caicedo adquirió una gran máquina holandesa, sin precedentes en la región, y contrató a ingenieros industriales para llevar a cabo su ‘invención’. Cuando le presentaron el resultado final, exclamó desde su oficina: «¡Este bombón va a ser un Bum!», y así nació el icónico nombre.

La razón por la que estos chupachups continúan en plena circulación, mientras que otros productos ambulantes pierden clientela tras unos meses, se debe a la memoria afectiva. Existe una nostalgia por la marca. Los Bon Bon Bum son valorados por toda la diáspora latinoamericana.

Los vendedores comentan: «La gente recuerda el chupete de su infancia y se interesa; no es por caridad que compran, es porque lo desean».

La venta ambulante de estos productos no es un delito; solo implica un proceso administrativo y una solicitud de desalojo de la estación.

Morder el caramelo para llegar directamente al anhelado chicle evoca gratos recuerdos: el sabor de un pasado despreocupado o la simple ilusión de un fugaz regreso al hogar. Es un acto que trasciende generaciones y que, para el migrante latino, se asocia directamente con este dulce de la empresa Colombina.

Hoy en día, según datos del grupo empresarial, están presentes en más de 70 países y generan 700 millones de dólares anuales. En cuanto a los famosos caramelos que se venden en el transporte público madrileño, la producción es masiva, con aproximadamente 160 millones de Bon Bon Bum fabricados cada mes.

En numerosas ocasiones, los ejecutivos de la marca han enfatizado que el Protocolo de Madrid es uno de los instrumentos más valiosos para lograr una expansión uniforme de los productos. Este protocolo, adoptado en la capital hace 35 años —como complemento del histórico Sistema de Madrid—, es el registro único de marcas internacionales establecido por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual.

De esta manera, Colombina y su producto estrella se han convertido en un gigante internacional. Tal ha sido el éxito que, hace nueve años, adquirieron la empresa Fiesta, creadora de los célebres caramelos Kojak, competencia directa de los Bon Bon Bum, que pasaron a formar parte de la compañía.

 

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Escrito por Veronica Gómez

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