Veintiuno canaliza la emoción y el desencanto en Perder los modales, su más reciente sencillo.

La agrupación toledana cuenta con más de una década de trayectoria en la música. Aunque, como mencionó su vocalista en una conversación con Inés Hernand, “han pasado más tiempo con resultados negativos que positivos”, el recorrido de Veintiuno demuestra un crecimiento y evolución destacables.

Mucho ha cambiado desde que Diego Arroyo, Yago Banet, Pepe Narváez y Rafa Pachón lanzaron Un Atlas Para Deshacerlo Todo. En ese momento, se aventuraron en la industria musical tras su paso por YouTube y, con el apoyo de sus seguidores, lograron financiar su primer álbum, Nada Parecido.

El éxito masivo llegaría en 2018 con Dopamina, un tema que hoy supera los 17 millones de reproducciones en Spotify. Con cinco discos en su haber, un Premio Odeón en la categoría de Revelación Rock y colaboraciones con artistas como Love of Lesbian, Chica Sobresalto, Alex Ubago, Rayden y Zahara, su carrera sigue en ascenso.

Este año, tras lanzar sencillos como Acantilado y Armadura, presentan Perder Los Modales, una canción que conquista desde el primer acorde y que mantiene intacta la esencia sonora que los caracteriza.

“Recuerdo aquel concierto, y aquella fiesta. Y aquellos nervios porque hablamos por primera vez. Y a las personas que eran divertidas. Y a las interesadas. Y a las personas que no valían la pena. Y de esa mezcla de ilusión, euforia, felicidad, frustración y nervios nació esta canción”, confesó el grupo a través de la red social ‘X’, dando pistas sobre la inspiración detrás de su nuevo tema.

La narrativa visual y la intensidad emocional de Perder Los Modales.

El color rojo domina el ambiente del videoclip, donde la banda y Valerie Moso participaron como directores creativos. La historia comienza con un plano cerrado que muestra a una multitud bailando en una habitación separada de donde se encuentra la banda, una elección estética que parece tener un propósito simbólico. La letra también alude al rojo con frases como “el cuaderno rojizo/ en el que ya nunca escribo/ cosas que no me atreví a decir”.

En sus versos, Diego Arroyo suaviza la narrativa de un amor complicado con líneas como “Oigo su voz y de repente primavera/Cada palabra se convierte en un poema”. Sin embargo, el estribillo introduce metáforas más audaces como “queriendo perder los modales” y “echando sal en la herida”.

Además, Diego, quien también colabora en el programa Cuerpos Especiales, dirige críticas a una figura que se acerca a la persona amada. En su letra, lanza un mensaje directo y cargado de ironía: “lecciones de meritocracia/gente con apellidos de aristocracia”. Esta dualidad entre lo poético y lo combativo define tanto la canción como su interpretación visual.

 

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