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El caso del niño con altas capacidades de 4 años que rechaza asistir al colegio: “Su maestra lo humilló frente a todos al decir que se había orinado”

today28 de mayo de 2025 2

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El caso del niño con altas capacidades de 4 años que rechaza asistir al colegio: “Su maestra lo humilló frente a todos al decir que se había orinado”

En el centro privado Cyrano, especializado en niños con altas capacidades, ha empezado a recuperar el interés por el aprendizaje después de meses de aversión al entorno escolar.

Niño

Con tan solo cuatro años y medio, Tom —nombre ficticio para preservar su anonimato— se convirtió en noviembre de 2024 en el estudiante más joven del Cours Privé Cyrano, un colegio privado ubicado en Niza, Francia, orientado principalmente a menores con altas capacidades intelectuales (HPI), especialmente en el área del lenguaje. La directora del centro, Mariette Bousquet, subraya que estos niños “adquieren desde muy temprana edad un vocabulario amplio y una comprensión profunda de las sutilezas lingüísticas”.

Tom ingresó al centro después de vivir una experiencia traumática en el sistema educativo convencional. “Se encontraba en situación de abandono escolar desde la etapa infantil, concretamente en el segundo curso”, explica Bousquet. A pesar de sus notables habilidades —“ya utiliza con soltura tiempos verbales complejos como el subjuntivo”, destaca la directora—, su vínculo con el entorno escolar estaba completamente deteriorado.

El caso de Tom no es una excepción. La mayoría del alumnado del Cours Privé Cyrano llega desde el sistema tradicional tras haber seguido trayectorias escolares irregulares, marcadas por la falta de comprensión y de herramientas adecuadas para responder a sus necesidades específicas. En el caso particular de Tom, el distanciamiento con la escuela comenzó tras coincidir con una docente que no supo interpretar sus señales.

 

Un “espacio de descompresión” para recuperar la confianza

Al llegar al centro, el principal objetivo fue reconstruir la confianza de Tom en el ambiente escolar. Para ello, el equipo educativo implementó un “espacio de descompresión”, una pequeña sala llena de juegos de construcción y materiales sobre dinosaurios, uno de los grandes intereses del niño. “Podía acudir allí cuando quisiera. Necesitaba volver a sentirse seguro”, explica Mariette Bousquet.

El proceso también implicó una colaboración estrecha con la familia, que ajustó su rutina para acompañar al niño durante esta transición. “Al principio, los padres lo recogían por la tarde, porque pasar un día completo en la escuela aún era demasiado para él”, comenta la directora. No fue hasta principios de 2025 cuando Tom estuvo listo para retomar el aprendizaje formal.

 

Desde su llegada al nuevo centro, los avances de Tom han sido sorprendentes. “Tiene una postura perfecta al sujetar el bolígrafo; alumnos de cursos superiores quedarían asombrados”, afirma Bousquet. Y no solo eso: aunque aún no ha recibido una enseñanza formal en lectura, corrige a niños mayores cuando confunden letras como la B y la D. En matemáticas, ya maneja conceptos complejos con una soltura poco habitual para su edad.

No obstante, el proceso no ha estado libre de obstáculos. “Cuando hay un trauma, el cerebro se fatiga. El rendimiento cognitivo se resiente”, advierte la directora. Tom arrastra profundas cicatrices emocionales derivadas de sus primeros años escolares. Durante dos años estuvo bajo la tutela de una maestra que no supo detectar su necesidad de estimulación intelectual. “Le daban ejercicios tan básicos que no podía hacerlos. Sabía escribir, pero le pedían trazar líneas punteadas”, lamenta Bousquet.

La docente no solo pasó por alto su potencial, sino que además socavó su confianza con constantes críticas. “Le repetía a diario que era malo y que no valía para nada”, recuerda la directora. La consecuencia fue una creciente angustia frente al entorno escolar, hasta el punto de que Tom se negaba a separarse de sus padres.

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El suceso que marcó un antes y un después ocurrió una tarde en el patio del colegio. Cuando la madre fue a recogerlo, la profesora lo sujetaba del brazo y exclamó en voz alta frente a todos: “¡Se ha orinado encima!” Tom, humillado y aterrado, rompió a llorar y buscó refugio en los brazos de su madre. “Dijo que no quería regresar jamás al colegio”, recuerda Bousquet con voz seria. “Un niño con altas capacidades en lenguaje entiende perfectamente todo lo que se dice. Y, lamentablemente, no es la primera vez que escucho una historia así”.

 

Escrito por Veronica Gómez

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