Falleció Jorge Lanata a los 64 años: el comunicador que jamás dejó de cuestionar.
Estuvo hospitalizado en el Hospital Italiano desde el 14 de junio. La trayectoria de una figura destacada del periodismo que creó medios de comunicación, atravesó triunfos y derrotas, desafió al poder político, despertó amor y rechazo, y jamás dejó de indagar.
Jorge Lanata falleció hoy a los 64 años en el Hospital Italiano, donde permanecía internado desde el pasado 14 de junio. Durante ese periodo, el periodista también tuvo varios ingresos en la clínica de rehabilitación Santa Catalina, con el objetivo de avanzar en su recuperación. Sin embargo, el miércoles 18 de septiembre, fue nuevamente trasladado al centro médico de Almagro, ingresando por guardia a las 12:48 debido a un cuadro de neumonía, lo que llevó a su internación en terapia intensiva. Con el mismo diagnóstico había sido ingresado tres meses antes. Su estado, ya crítico, empeoró el viernes 27 de diciembre. Su fallecimiento era solo cuestión de tiempo.
Fundador de los diarios Página/12 y Crítica de la Argentina, además de varias revistas, también fue el creador de destacados programas de televisión que marcaron una época, como Día D, Periodismo Para Todos y Lanata Sin Filtro. Dominó la radio durante más de una década, produjo documentales, escribió numerosos libros de ficción y no ficción, e incluso fue la figura principal de una revista en el teatro Maipo. Todos sus emprendimientos estuvieron marcados por su carácter desmesurado. Reveló los casos más impactantes de corrupción de los años noventa y de la era kirchnerista, consolidándose como el periodista más influyente de la Argentina en las últimas décadas. Despertó pasiones y odios con una intensidad fuera de lo común.
Si se hubiera retirado a los treinta años, este obituario tendría la misma relevancia. Para entonces, ya había fundado y dirigido Página/12, un periódico que revolucionó la forma de informar. Pero no se detuvo ahí. Siempre siguió adelante, incluso cuando el camino lo llevó a enfrentar obstáculos que lo obligaron a recomenzar.
Se adaptó a las transformaciones en los medios y en el consumo de noticias, aunque en más de una ocasión las criticó y luchó contra ellas. Un claro ejemplo de ello fue Crítica de la Argentina: lanzar un diario en pleno declive de la prensa escrita. Su lema resumía tanto su desafío como su desenlace: El Último Diario de Papel.
Jorge Lanata creía que el tiempo lo había mejorado. Sentía que la experiencia le había permitido evitar ciertos errores, que con los años había ganado en calma y que sus lecturas se habían vuelto más ricas y variadas. Además, la conciencia de la finitud, el saber que no era inmortal, influyó en su manera de ver la vida.
Desde pequeño soñaba con ser periodista. Deseaba escribir en Gente o, idealmente, en Siete Días, esas revistas de actualidad que su tía Nélida compraba y leía religiosamente cada semana. Otro de sus impulsos hacia el periodismo fue el profesor Luis Iglesias, quien en el colegio le enseñó cómo transformar un recorte policial en un cuento. Fue entonces cuando supo que esa sería su vocación.
A los 14 años consiguió su primer trabajo como redactor en el informativo de Radio Nacional. Para obtener el puesto, su padre, Ernesto, tuvo que firmar el contrato y dar su consentimiento, ya que Lanata aún era menor de edad.
En el ámbito gráfico, su primera experiencia fue en El Porteño, una revista creada y dirigida por Gabriel Levinas. Allí se convirtió rápidamente en el miembro más joven del consejo de redacción. En 1986, tras la salida de Levinas, Lanata, con solo 25 años, asumió como director de la publicación, que pasó a estar gestionada por una cooperativa de periodistas.
El 26 de mayo de 1987 nació Página/12, un diario que pronto demostró ser una revolución en el periodismo argentino. Cambió el lenguaje de los medios tradicionales. En aquella época, los grandes diarios nacionales aún usaban fórmulas pomposas, titulando con frases como: “Inaugurose el Mundial de Fútbol”. En contraste, Página/12 combinaba humor, una postura editorial clara, un lenguaje sencillo con referencias a la cultura pop—como canciones, películas o personajes mediáticos—y un tono desafiante.
Los artículos rompían las reglas tradicionales de los manuales de estilo. El primer párrafo no respondía necesariamente a las clásicas preguntas del periodismo anglosajón (qué, quién, cómo, cuándo, dónde). En su lugar, el texto podía comenzar con una descripción, una anécdota, un dato curioso o un aforismo ingenioso. Así, Página/12 redefinió cómo se narraban las noticias en la Argentina.
Página/12 fue una de las grandes innovaciones del periodismo argentino en los años ochenta, junto con proyectos como la revista Humor, Víctor Hugo y Sport 80, la radio Rock & Pop y el programa televisivo La Noticia Rebelde. Todas estas iniciativas rompieron moldes y revolucionaron los lenguajes de sus respectivos medios. Sin embargo, Página/12 logró superar las expectativas de sus propios creadores: se convirtió en un éxito rotundo de ventas, marcó la agenda pública e influenció profundamente al resto del periodismo.
El diario contó con firmas de renombre como Osvaldo Soriano, José María Pasquini Durán, Horacio Verbitsky, Tomás Eloy Martínez, Juan Gelman, Miguel Bonasso, Eduardo Galeano, Osvaldo Bayer, Juan Sasturain, Alsina Thevenet, Román Lejtman, Ernesto Tenembaum, Juan Forn, Rodrigo Fresán y muchos más. Este equipo de ensueño, que incluía tanto veteranos prestigiosos de revistas icónicas de los años sesenta como Primera Plana y Confirmado, así como de La Opinión de Jacobo Timerman, era liderado por un joven Lanata de tan solo 26 años. Su dirección se basaba en la intuición, la falta de miedo al error, el impulso y la voluntad de innovar, siempre dispuesto a desafiar lo convencional.
El diario nació como un proyecto modesto: 16 páginas (originalmente iba a tener solo 12, de ahí su nombre) y una tirada inicial de unos diez mil ejemplares. Pero en pocas semanas, tanto la cantidad de páginas como la circulación se duplicaron. Página/12 pronto se coló en las conversaciones cotidianas y en la agenda pública, y su joven director comenzó a transformarse en una figura reconocida. A medida que se consolidaba, el diario fue definiendo su perfil. Un episodio crucial fue el ataque al Regimiento de La Tablada, que reveló que algunos financistas del medio estaban vinculados al MTP y Gorriarán Merlo, responsables de ese suceso.
En 1989, la hiperinflación y la incertidumbre política impulsaron las ventas del diario, reafirmando la premisa de que en tiempos de crisis, los periódicos suelen vender más. No obstante, el período más destacado de Página/12 fue durante los primeros años del menemismo. Las constantes denuncias de corrupción ocuparon regularmente la portada del diario, lo que no solo incrementó sus ventas, sino también su influencia. Escándalos como el Yomagate, el Swiftgate, el Narcogate y el caso de la leche de Spadone fueron destapados bajo la dirección de Lanata.
Paralelamente, Lanata conducía el programa nocturno Hora 25 en la Rock & Pop, donde mantenía largas y profundas conversaciones con figuras relevantes. En ese espacio demostró no solo su habilidad como entrevistador, sino también su capacidad para crear un clima íntimo y reflexivo, destacándose más allá del periodismo gráfico. Con el tiempo, el programa se convirtió en un ícono de la radiofonía argentina.
Jorge Lanata dirigió Página/12 hasta 1997, momento en el que presentó una renuncia discreta, marcada por cierto halo de misterio y rumores. Su salida evitó el carácter explosivo que a menudo rodeaba sus movimientos. La relación posterior con su creación más emblemática fue tensa. Cuando el diario celebró su 25 aniversario, la entonces presidenta Cristina Kirchner encabezó el acto. Lanata no fue invitado ni mencionado en los discursos, una omisión que llamó la atención. En respuesta, escribió una carta pública dirigida a la mandataria.
Durante años, fue uno de los jóvenes rebeldes del periodismo argentino. Vivía intensamente, no rehuyendo las controversias ni prestando demasiada atención a las opiniones ajenas. En televisión no se censuraba con las palabras, entraba y salía de proyectos a su gusto y cambiaba de rumbo siempre que lo consideraba necesario.
Uno de sus grandes legados fue su habilidad para detectar y formar talentos periodísticos. Muchos de sus jóvenes colaboradores construyeron luego destacadas carreras en la profesión. Figuras como Ernesto Tenembaum, Nicolás Wiñazki, Rodrigo Fresán, o los periodistas deportivos de Crítica, como Alejandro Wall y Andrés Burgo, comenzaron bajo su tutela. Incluso grandes nombres como Juan José Becerra, Gustavo Noriega, Marcelo Zlotogwiazda o Martín Sivak pasaron por sus equipos. Lanata tenía un enfoque particular para trabajar con ellos: “Veo en ellos algo que ellos no ven, pero que tienen. Mi trabajo es lograr que sean lo más ellos mismos que puedan, lo más libres dentro de lo que son. Cuando armo un equipo, trato de enfocarlo así”, explicó en una entrevista con Gustavo Noriega para Jot Down.
Buscaba el impacto y no le gustaba pasar desapercibido, algo que reflejaba incluso en sus llamativos sacos de colores y cuadros. Pero más allá del estilo, siempre perseguía buenas historias. Su filosofía era clara: “No hay malas notas, hay malos periodistas. Cualquiera tiene una historia para contar; lo interesante es saber cómo sacársela”.
Lanata entendía el periodismo como una herramienta para incomodar al poder, no para complacerlo. Creía en la importancia de decir lo que los poderosos querían ocultar. Fue pionero en las grandes denuncias de corrupción durante el menemismo y el kirchnerismo, consolidándose como una figura central del periodismo de investigación en la Argentina.
En televisión, Jorge Lanata alcanzó un gran éxito con Día D, emitido por Canal América. El programa reunía a muchos de los periodistas que habían trabajado con él en Página/12 y que, en ese momento, colaboraban en su revista Veintitrés. Entre ellos estaban Horacio Verbitsky, Ernesto Tenembaum, Marcelo Zlotogwiazda y Adrián Paenza. Fue una época convulsionada marcada por la crisis de la Alianza y el fin de la convertibilidad. El programa alcanzó altísimos niveles de audiencia. Sin embargo, su final fue polémico: Lanata se ausentó por un mes y, al intentar regresar, encontró que sus antiguos colaboradores habían tomado el control del programa y no estaban dispuestos a volver a ocupar roles secundarios. Este episodio generó tensiones personales, aunque algunas lograron resolverse con el tiempo.
En paralelo, Lanata dirigió una revista de actualidad que causó sensación a principios del milenio: Veintiuno, que luego pasó a llamarse Veintidós y finalmente Veintitrés. Estas publicaciones se destacaron por su diseño llamativo, los “agujeros” en el medio, regalos inesperados y, nuevamente, por las denuncias de alto impacto que llevaban el sello de Lanata.
Hubo un período en el que parecía que su carrera estaba en declive. Sin espacio en la televisión, fuera de Página/12 y sin la revista, sufrió el fracaso de su portal Data 54. En ese tiempo trabajó en Radio del Plata y tuvo algunos programas en el cable. Desde esos espacios, Lanata resurgió. Alcanzó récords de audiencia en Canal 26 y, en 2012, se unió al Grupo Clarín.
En esta nueva etapa, consolidó su éxito con Periodismo Para Todos (PPT), emitido los domingos, y con su programa radial Lanata Sin Filtro, todas las mañanas en Radio Mitre. Además, escribía una columna semanal en la página 2 del diario Clarín. Durante 12 años, Lanata vivió un enorme reconocimiento. PPT se convirtió en el programa político más visto de la televisión argentina y uno de los más influyentes en la historia del medio. Sus investigaciones sobre la Ruta del Dinero K, Lázaro Báez y Cristina Kirchner fueron determinantes para erosionar la imagen de la exmandataria y dar visibilidad a las denuncias de corrupción, consolidando su figura como un referente del periodismo de investigación.
En la radio, su programa Lanata Sin Filtro nunca cedió el liderazgo desde su estreno, manteniéndose como el más escuchado en su franja horaria. En sus mejores momentos, llegó a captar casi el 50% del share y, en los últimos años, duplicaba en audiencia al programa que ocupaba el segundo lugar.
En sus últimos tiempos, Lanata aseguraba que este sería el último año en que continuaría con PPT y su espacio radial. Confesaba que el desgaste de un programa diario, con cuatro horas dedicadas a analizar la actualidad, comenzaba a pesarle. Además, a esto se sumaban sus ciclos documentales y la columna semanal en Clarín. Quería disponer de más tiempo para escribir, soñaba con publicar “dos o tres libros buenos más”. También recordaba su tendencia a no permanecer demasiado tiempo en un mismo lugar, ni en trabajos ni en relaciones. Hasta entonces, Página/12 había sido su proyecto más duradero, con 10 años. Sin embargo, PPT y Lanata Sin Filtro superaron esa marca.
Su afán por evitar la rutina y el “piloto automático” lo impulsaba a buscar nuevos desafíos. “Soy muy profesional trabajando, pero en el fondo quiero hacerlo como un no profesional, quiero poder jugar. Mientras puedas divertirte, eso vale. Cuando se transforma en un trabajo, cagaste, porque ya está, es como que no tenés nada más para dar”, solía decir.
Años atrás, registró una marca que bautizó como Cada Tanto. Su idea era lanzar un diario que saliera únicamente cuando ocurrieran eventos importantes: elecciones, catástrofes, un partido trascendental, una investigación exclusiva o la muerte de una figura relevante. Aunque la propuesta era innovadora y cautivadora, también era poco práctica. Reconoció que sería difícil captar anunciantes y notificar a los lectores sobre cuándo el diario estaría disponible. De algún modo, esta idea de lo excepcional ya estaba presente en Página/12: el diario fue pionero en no tener un editorial cotidiano, reservando su postura oficial solo para momentos de verdadera relevancia o grandes tomas de posición.
Jorge Lanata escribió varios libros a lo largo de su carrera, abarcando tanto la ficción como el periodismo. En el ámbito de la ficción, su primer libro de cuentos, Polaroids, se destacó dentro de la colección Biblioteca del Sur de Planeta, dirigida por Juan Forn. En ese mismo sello publicó Historia de Teller y, años después, una ficcionalización de la primera aventura guerrillera en Argentina, que terminó trágicamente con militantes ejecutados por sus propios compañeros.
Su gran éxito editorial fue Argentinos, una serie de dos tomos sobre la historia argentina, que vendió cientos de miles de ejemplares. En 2017, publicó 56, una recopilación de parte de su obra periodística con un prólogo en primera persona. Su último proyecto fue Óxido, un análisis sobre la corrupción en Argentina.
No todos sus proyectos fueron exitosos en términos de público o negocios. Su ambicioso portal de noticias Data 54, el documental Deuda, la revista Ego —que coeditaba con Miguel Brascó—, y el programa de televisión El Argentino Más Inteligente no lograron el impacto esperado. Ego tenía un diseño de gran formato que evocaba a Interview de Andy Warhol, pero no consiguió el reconocimiento que Lanata había anticipado.
A pesar de estos fracasos, el periodismo de Lanata siempre se caracterizó por audacia, desparpajo, intuición y creatividad. La impronta que dejó en los primeros años de Página/12, con su tono irreverente y desafiante, lo consagró como una figura fundamental del periodismo argentino y le aseguró un lugar destacado en la historia del medio.
En 2016, Jorge Lanata recibió cuatro premios Martín Fierro en diversas categorías de radio y televisión, además del codiciado Martín Fierro de Oro. Estos galardones fueron solo algunos de los muchos que recibió a lo largo de su carrera. En esa ceremonia, protagonizó un momento de controversia cuando discutió con algunos actores cercanos al kirchnerismo que le gritaron desde sus mesas. Sin embargo, uno de los momentos más recordados de su carrera ocurrió en los Martín Fierro de 2013, cuando, en su discurso de agradecimiento, acuñó el término “La Grieta”, definiendo con precisión un fenómeno político y social que quedó instalado en la conversación pública.
En los últimos años de su carrera, Lanata se dedicó a conducir varias series documentales para canales de cable, las cuales se emitieron en toda América Latina. Entre ellas, 26 personas que cambiaron el mundo y Hache fueron algunas de las más recientes.
Sin embargo, uno de los trabajos más sorprendentes que emprendió Lanata ocurrió en 2008. Fue convocado por Lino Patalano para conducir la revista La Rotativa del Maipo, un programa en el que se rodeó de vedettes y humoristas. Lanata, vestido con un traje brillante y metalizado, realizaba un monólogo de actualidad en un formato similar al de los grandes capocómicos porteños como Pepe Arias o Tato Bores. Aunque este desafío fue considerado por algunos como fallido, era una muestra más de su estilo: un hombre dispuesto a arriesgarse, a asumir desafíos inesperados y a no temer perder prestigio con apuestas arriesgadas.
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