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Rauw Alejandro ha suspendido su gira por Latinoamérica debido a “dificultades en la organización de los espectáculos”. Veronica Gómez
“El Arzobispado de Tarragona anuncia la recuperación de una pieza artística con 170 años de historia que se daba por desaparecida”
“La Guerra Civil representó uno de los capítulos más trágicos de la historia de España. Centenares de miles de personas perdieron la vida, tanto en el frente como en ataques dirigidos a la población civil. Además, marcó el inicio de un prolongado período de precariedad en numerosos hogares españoles.”
“Uno de los múltiples efectos de la Guerra Civil fue, además de la pérdida humana, la devastación material que dejó a su paso. A la destrucción de edificios causada por los bombardeos se sumaron los puentes volados, los bienes saqueados y, por supuesto, las obras de arte que fueron reducidas a escombros.”
“A los libros reducidos a cenizas —y a los poetas ejecutados— hay que añadir la enorme pérdida del patrimonio artístico y religioso destruido en numerosas iglesias incendiadas. En muchos pueblos, fueron tanto soldados como algunos vecinos quienes arremetieron contra estos templos, al ver en ellos el símbolo de una institución que, según creían, buscaba poner fin a la República.”
Eso fue lo que ocurrió con la Iglesia de Sant Francesc de Reus el 21 de julio de 1936, apenas cuatro días después del levantamiento militar del bando sublevado. Un grupo de milicianos procedentes de Barcelona incendió el templo, reduciendo a cenizas todo lo que albergaba en su interior. Durante décadas, se creyó que nada había sobrevivido al fuego.
Sin embargo, el Arzobispado de Tarragona ha anunciado una recuperación histórica: la escultura Cristo atado a la columna, obra del escultor Joan Roig i Solé y realizada en 1855, ha sido devuelta a su lugar original. La pieza, de metro y medio de altura y tallada en madera, presidía originalmente un altar lateral de la iglesia parroquial.
Gracias al gesto de la familia del también escultor catalán Marià Bofarull Ferrer, la imagen ha regresado al templo donde fue concebida para ser venerada. Así, casi un siglo después, una parte del patrimonio perdido en la Guerra Civil vuelve a ocupar su sitio, cerrando simbólicamente una herida abierta desde 1936.
Casi nueve décadas después del incendio, ha salido a la luz la historia detrás de la supervivencia de la escultura. En aquel entonces, Marià Bofarull, por entonces alumno de la Escuela de Arte de Tarragona, descubrió la figura entre los escombros del templo reducido a cenizas. Impulsado por su sensibilidad artística, decidió llevársela a su casa familiar, donde comenzó un proceso de restauración guiado por los consejos de uno de sus maestros, el reconocido artista Joan Rebull.
Poco antes, el entonces consejero de Cultura de la Generalitat había instado a la Escuela de Arte y a su alumnado a proteger las obras religiosas de los destrozos de la guerra. Sin embargo, la crudeza del conflicto pronto relegó esos esfuerzos ante la necesidad de sobrevivir. Tras la contienda, Bofarull y su familia optaron por conservar la pieza en el ámbito privado, lo que con el tiempo la condenó al olvido.
Muchos años después, Anna Maria Bofarull i Solé encontró la escultura entre las pertenencias de su padre fallecido. “Nos sorprendió, porque mi padre siempre trabajó con yeso, y esta figura era de madera, así que no nos cuadraba”, relató en una entrevista para el Diari de Tarragona. Fue al investigar su procedencia cuando descubrieron el verdadero origen de la imagen: se trataba de la obra desaparecida durante el incendio de la Iglesia de Sant Francesc de Reus.
Hoy se sabe que la escultura de Cristo atado a la columna no fue la única pieza religiosa que Marià Bofarull logró preservar durante los primeros días de la Guerra Civil. Además de esta talla, también rescató otra escultura y varias reliquias, evitando así que se perdieran para siempre en el caos de la contienda. Sin embargo, la restauración de la imagen de Cristo nunca llegó a completarse.
En una nota de prensa, el Arzobispado de Tarragona ha señalado que Anna Maria Bofarull ha manifestado su deseo de que la escultura sea restaurada, pero sin borrar por completo las huellas del pasado: quiere que permanezcan visibles las marcas del fuego, como testimonio de lo ocurrido, así como los primeros trabajos que su padre inició para salvar la obra.
El párroco de la comunidad, Josep Maria Gavaldà, resumió con emoción el significado de este gesto: “Con este acto de retorno, hoy se cicatriza una de tantas heridas de la guerra, en cuanto a la destrucción del patrimonio y del arte”.
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Escrito por Veronica Gómez
90 años cicatrices Guerra Civil legado
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