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La presencia masiva de carabelas portuguesas en las costas de Asturias y el País Vasco ha vuelto a encender las alarmas entre autoridades y bañistas. Este lunes, el Servicio de Emergencias del Principado de Asturias ha instado a extremar la precaución ante el aumento de avistamientos de esta especie marina, cuyo veneno puede provocar reacciones graves.
El fenómeno no es exclusivo del litoral asturiano. En Vizcaya y Guipúzcoa, varios ayuntamientos, como el de San Sebastián, han activado sus protocolos de actuación tras detectar una llegada masiva de ejemplares. Ya se han registrado picaduras y hospitalizaciones, lo que ha obligado a extremar las medidas preventivas.
Las autoridades insisten en no tocar a estos animales, incluso si parecen muertos en la orilla, ya que sus tentáculos conservan el poder urticante hasta 24 horas después. También advierten del riesgo de restos flotantes en el agua. En caso de contacto, se debe lavar la zona con agua de mar, evitar frotar o rascar, y acudir de inmediato al médico, especialmente si la víctima es niño, anciano o alérgico.
En los últimos años, la frecuencia de carabelas portuguesas (Physalia physalis) en el mar Cantábrico ha aumentado de forma notable. Tradicionalmente habituales en aguas cálidas del Atlántico, estas criaturas han comenzado a desplazarse hacia el norte debido al calentamiento del océano.
A finales de junio, se registraron temperaturas récord en el golfo de Vizcaya, con valores propios de finales de agosto: hasta 26,2 °C cerca de San Sebastián y 23,4 °C en Bilbao y Pasaia. Un contexto térmico que facilita la presencia de estas especies en zonas donde antes eran infrecuentes.
Según explica la bióloga Elena Mauriño, del Oceanogràfic de Valencia, «el ambiente se ha vuelto mucho más favorable para estas carabelas», que no son medusas sino sifonóforos, un tipo de organismo colonial con veneno altamente urticante. Aunque rara vez es letal, su contacto puede causar dolor intenso e incluso reacciones alérgicas graves.
Además del aumento de temperatura, otros factores como la sobrepesca o la contaminación marina han provocado un descenso de grandes depredadores naturales, como el atún rojo o la tortuga boba, que ayudan a controlar la población de estas especies. Ricardo Aguilar, de la ONG Oceana, afirma que “la pérdida de biodiversidad favorece el aumento de medusas y sifonóforos”.
Aunque las picaduras suelen asemejarse a las de una abeja, su gravedad depende del estado de salud y sensibilidad de la persona afectada. En casos extremos, puede derivar en consecuencias graves e incluso mortales.
Las autoridades sanitarias recomiendan:
Otras especies de medusas que han aumentado en número en los últimos años incluyen la «huevo frito» (Cotylorhiza tuberculata), la medusa común (Aurelia aurita) y la aguamar (Rhizostoma pulmo). Sin embargo, estas especies presentan menor riesgo, ya que no perforan la piel ni generan reacciones severas.
Ante la proliferación de estos organismos marinos, han cobrado fuerza las iniciativas de ciencia ciudadana, como MedusApp, una aplicación que permite registrar avistamientos y picaduras. Esta herramienta no solo ayuda a prevenir accidentes, sino que también contribuye al estudio y seguimiento de las especies en el litoral español.
Escrito por Veronica Gómez
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