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No son copias, sino herramientas literarias. Tras las letras de Joaquín Sabina se encuentran influyentes escritores como Rubén Darío. A su Sonatina le debe la expresión “boca de fresa” en Princesa. En Peces de ciudad, rinde tributo a Félix Grande, y detrás de Jugar por jugar se percibe la esencia de César Vallejo. Elementos de un verdadero maestro.
Desde hace varias décadas, Joaquín Sabina ha mantenido un papel destacado en el panorama cultural de España y el mundo hispanohablante. Esto se debe, principalmente, a las letras de sus canciones, caracterizadas por una notable calidad literaria. No obstante, solo en tiempos recientes su valor ha comenzado a ser reconocido y analizado en el ámbito académico.
Dentro de este estudio sobre las letras de Sabina como manifestación literaria, un aspecto fundamental es su conexión con escritores previos. Mi más reciente libro, La biblioteca de Joaquín Sabina: influencias e intertextualidades en sus letras, tiene como objetivo profundizar en esta relación
Y es que enfoques como la intertextualidad o el dialogismo sostienen que ningún texto surge de manera completamente independiente o inédita. Su autenticidad radica en la manera en que combina, transforma y dialoga con los anteriores. Así, los textos no solo están intrínsecamente vinculados a otros, sino que tampoco pueden desarrollarse en un vacío cultural o discursivo.
Por ello, aunque consideremos a Sabina un letrista de gran talento, su estilo es el fruto inevitable de las influencias que lo preceden. Poetas y compositores han marcado su manera de escribir, e incluso ha incorporado expresiones ajenas en sus propias letras.
La mayoría de los escritores que han dejado una huella profunda en la obra de Sabina pertenecen al siglo XX, con la notable excepción de Francisco de Quevedo. Entre sus referentes destacan letristas como José Alfredo Jiménez y Georges Brassens, así como poetas de la talla de César Vallejo y Pablo Neruda, lo que evidencia la fuerte influencia de Hispanoamérica en su creación artística.
Muchos de los rasgos que hoy consideramos esenciales en su escritura los asimiló, en mayor o menor medida, de uno o (con frecuencia) varios de sus referentes.
Por ejemplo, en sus letras es recurrente el uso de imágenes religiosas y referencias bíblicas, como en Cerrado por derribo, donde menciona un “rosario de cuentas infelices”, o en Jugar por jugar, cuando sugiere “ir a quitarle al dios de los cristianos / su corona de espinas”. Este recurso, probablemente, lo adquirió de otros escritores, especialmente de César Vallejo, quien en Los heraldos negros escribió: “sus ojos eran el jueves santo”.
Tampoco los bares de Sabina y sus personajes serían como son sin las cantinas de José Alfredo Jiménez. Sin la influencia de Brassens y Javier Krahe, sus letras no tendrían la misma precisión formal ni el particular sentido del humor que las caracteriza. De no ser por Bob Dylan, es probable que su fascinación por los trenes no existiera. Su distintivo uso de la enumeración debe mucho a la huella de Neruda y Vallejo. Y sin la enseñanza de poetas como Jaime Gil de Biedma y Ángel González, quizá Sabina no habría desarrollado su afición por la intertextualidad ni su preferencia por un lenguaje claro y directo.
Así, un sinfín de referencias nos muestra que, al escuchar a Sabina, también estamos escuchando, aunque no lo advirtamos, a quienes fueron sus maestros.
Las palabras prestadas
Otra forma en la que resuenan las voces de otros en la obra de Sabina es a través de los numerosos fragmentos textuales que incorpora. Son préstamos tomados de diversos autores que ha integrado en sus letras sin señalar explícitamente su origen.
Por ejemplo, la expresión “boca de fresa” en Princesa proviene del icónico inicio de la Sonatina de Rubén Darío:
“La princesa está triste… ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa”.
Asimismo, los célebres versos de Peces de ciudad –“al lugar donde has sido feliz / no debieras tratar de volver”– son una reinterpretación de los de Félix Grande:
“Donde fuiste feliz alguna vez
no debieras volver jamás: el tiempo
habrá hecho sus destrozos”.
Como estos se podrían poner decenas de ejemplos más, que revelan a muchos de los autores que Sabina ha leído. Lejos de poder ser entendidos como plagios, son en realidad un recurso literario, pues sirven para enriquecer sus letras. Con estos préstamos y alusiones Sabina no solo homenajea a autores precedentes, sino que también guiña el ojo a quienes, leyendo o escuchando sus letras, sean capaces de detectar la referencia oculta.
En resumen, las letras de Sabina son un fascinante entramado de influencias literarias y préstamos intertextuales. Sus canciones dialogan con una tradición cultural que abarca épocas y continentes, por lo que, al escucharlas, uno está descubriendo sin saberlo a los autores de los que él aprendió o a los que ha querido homenajear. ¿Qué más se puede pedir?
Javier Soto Zaragoza, Investigador y profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, Universidad de Almería
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Escrito por Veronica Gómez
influyen Joaquín Sabina letras Los autores
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